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CAIDA DEL BLOQUE SOCIALISTA
El efecto de las guerras mundiales y de la caída del bloque socialista sobre la cartografía política del mundo actual. Europa y Oriente Medio en 1918.
Después de la guerra el mundo ha cambiado radicalmente. Desaparecen cuatro imperios: Rusia, Alemania, Austria-Hungría y el otomano. Aparecen muchos pequeños países: como los países bálticos, los Balcanes o Yugoslavia, crecen muchos países nacionalistas como Hungría, Polonia y Checoslovaquia. La paz no se firma en un tratado único, sino que se negocia una serie de ellos que tienen lugar en torno a París, y que se alargan mucho en el tiempo, algunos entran en vigor en 1920. Las ideologías triunfantes en la guerra son el liberalismo democrático y el nacionalismo separatista, que obtiene unas bases territoriales en sus países, y se afianza ideológicamente. La guerra supone el fin de la diplomacia secreta, y se crea la Sociedad de Naciones para regular las relaciones internacionales. Las pérdidas humanas en la guerra son impresionantes, unos nueve millones de personas: unas cifras que angustian a muchos intelectuales y artistas, que toman partido por las actitudes pacifistas. Las pérdidas económicas directas son también enormes. El Estado asume las cargas que suponen los numerosos excombatientes. Pero mayores son las cargas económicas que tienen los vencidos, que han de pagar los gastos de la guerra. Por último, los estados Unidos se revelan como una gran potencia mundial imperialista. El mundo de la posguerra Al terminar la guerra se tiene una sensación de euforia, de equilibrio y triunfo perpetuo. Las economías de los países que han estado en guerra se reconstruyen rápidamente. Sin embargo, no todos los conflictos internacionales quedaron resueltos. Turquía pretende reconstruir su imperio. Alemania se siente agraviada por las numerosas pérdidas territoriales. Los conflictos entre Italia y Yugoslavia son graves. Irlanda se independiza después de una guerra, entre 1919 y 1923. La revolución soviética se convierte en una guerra civil con implicaciones de otros países. La gran burguesía tiene miedo y apoya a los grupos antiobreros violentos, que terminan formando el fascismo. En muchos de los países se instalan dictaduras militares y fascistas, durante los años veinte. Mapa de Europa enEl bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto de 1945, con un saldo de, aproximadamente, 250 mil víctimas por cada ciudad, les otorgó a los Estados Unidos una superioridad militar evidente e indiscutida. En noviembre, Molotov, ministro de Relaciones Exteriores de Stalin, en un discurso emitido por radio a todo el inundo, declaró que si los Estados Unidos mantenían el secreto de la bomba atómica (y pretendía ser, de este modo, la única potencia atómica) surgiría un desequilibrio de poder a favor de una nación, y ese desequilibrio impediría la cooperación universal que los norteamericanos decían querer. La paz, propuso Molotov, solo sería posible si se rompía el secreto. El 15 de ese mes, Harry Truman, nuevo presidente de los Estados Unidos y sucesor de Franklin Roosevelt, y Clemnent Attlee, primer ministro británico (que había reemplazado a Winston Churchill, respondieron negativamente la solicitud de Molotov. Esta decisión puso en marcha una rivalidad nuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, que se acentuó a partir de 1949, con el descubrimiento por parte de esta última de la bomba atómica, hecho que estremeció al mundo durante décadas. El año de las definiciones fue 1947. En marzo, el presidente norteamericano anunció ante el Congreso estadounidense la doctrina Truman, que consistía en apoyar a los pueblos libres que se resistían al sometimiento ejercido por minorías armadas. En ese mismo año, el ideólogo soviético, Andrei Jdanov, respondió a la doctrina Truman. Aceptando que el mundo estaba dividido en dos bloques, acusó a los Estados Unidos y a sus aliados de planear una nueva guerra imperialista para destruir el socialismo. Sin embargo, esta hegemonía estadounidense soviética no debe entenderse, únicamente, como producto del resultado de la Segunda Guerra Mundial o de una falta de acuerdo entre las naciones vencedoras. La aparición gradual de Rusia (más tarde convertida en Unión Soviética) y de los Estados Unidos, como potencias mundiales, y la decreciente importancia de los estados europeos comenzaron a ser evidentes a finales del siglo XIX y a comienzos del XX. Simultáneamente, Europa, que había perdido su primacía política, militar y económica en el mundo, procuró superar su debilidad mediante la unidad. Para ello, buscó construir un mercado único, con el fin de posibilitar una mayor producción, mejorar su nivel competitivo y crear empleo. Estos objetivos comenzaron a cobrar forma con la creación de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), en 1951. Alemania, Francia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos se unieron, por primera vez en la historia de Europa, en una comunidad internacional con el objetivo de crear un mercado único para el carbón y para el acero gracias a la eliminación de discriminaciones en materia de precios y de transportes, facilitando el intercambio entre los países fundadores en los sectores mencionados. En Latinoamérica, los acuerdos de posguerra no tardaron en aparecer. En 1948, el Pacto de Bogotá (Colombia) creó la Organización de Estados Americanos (OEA). El mundo de posguerra se caracterizó por la aparición de innumerables organizaciones internacionales, de mayor o menor alcance regional y variados fines, pero todas tendiendo a asociar esfuerzos para, de este modo, adecuarse y acompañar un tiempo marcado por una acelerada internacionalización de la vida y de la economía. Uno de los fines perseguidos era evitar nuevas caídas financieros como había ocurrido en 1929. Para ello, se buscó impedir trabas a los intercambios comerciales, como también evitar la intervención masiva del Estado en la economía. Estos propósitos sólo eran posibles en la medida en que el sistema económico de postguerra estimulara el intercambio comercial. Para ello, se buscó facilitar la libre circulación de productos y capitales sobre la base de un tipo de cambio estable. Además fueron creadas, por los países firmantes de los acuerdos, dos instituciones económicas: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Una de las misiones esenciales del primero era reducir el desequilibrio de las balanzas de pagos de los países miembros; en cuanto al segundo, otorgaría créditos para financiar proyectos en los países en vías de desarrollo y les facilitaría ayuda técnica. Con el Plan Marshall el superávit bancario se dirigió a Europa en forma de préstamos, que debían ser invertidos en la compra de productos estadounidenses, según se había establecido en los convenios firmados. Sin embargo, la Unión Soviética no estaba dispuesta a secundar los planes norteamericanos de posguerra. Hacia 1945, el triunfo del ejército soviético sobre Alemania le había otorgado a la potencia conducida por Stalin el liderazgo sobre Europa oriental. Desde la reunión de Potsdam, en julio de 1945, hasta una nueva reunión realizada en Moscú, en marzo de 1947, los Estados Unidos y la Unión Soviética habían pasado de la cooperación a la división. Finalizada la guerra, los soviéticos, conscientes de su inferioridad económica militar en relación con los Estados Unidos, denunciaron la teoría del cerco capitalista. Esta estrategia consistía en rodear y aislar a la Unión Soviética, hasta alcanzar su debilitamiento y desaparición, y eran adeptos a ella todos los países occidentales, bajo el liderazgo de los norteamericanos. Este cerco, según los soviéticos, era consecuencia del carácter agresivo del capitalismo monopolista occidental, que nunca aceptaría la existencia de un bloque de países comunistas.
Para protegerse de esta eventual agresión, los soviéticos colocaron gobiernos títeres (es decir, que respondían a las órdenes de Moscú) en los países de Europa central. Hungría, Rumania, Bulgaria, Checoslovaquia y Polonia pronto cayeron bajo la órbita soviética. Yugoslavia y una parte considerable de Alemania (ahora dividida) hicieron lo propio, aunque con diferencias. Yugoslavia, liderada por Tito, adoptó un régimen comunista, aunque se distanció de Stalin; y el sector de Alemania ocupado por el ejército soviético, incluido Berlín, protagonizó un grave incidente internacional.
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